3/5/10

Escogiendo la mejor parte - Mín. Ausencio Arroyo G.


Escogiendo la mejor parte.
Min. Ausencio Arroyo García

A los pastores y líderes de la iglesia nos presionan las cosas urgentes, y dejamos de lado las importantes. Con frecuencia estamos atrapados en medio de agendas apretadas; tenemos actividades: anuales, mensuales, semanales y diarias; corremos todo el día y parte de la noche también, de una casa a otra, de una cita a otra. Las  necesidades de la congregación y de familias en particular nos absorben el tiempo y la energía. Atendemos enfermos, visitamos a los desalentados, hay ensayos de ministerios, tenemos entrevistas de consejería pastoral, proveemos para los necesitados y oramos con los enfermos, compartimos la mesa, organizamos reuniones de grupos, preparamos clases, además de los compromisos denominacionales: cursos, reuniones, concilios, entrevistas, y otros. Estamos obligados a mantenernos al día en los diferentes temas de actualidad. Tales cosas son necesarias, pero no debemos olvidar lo esencial. Cuántas veces por atender lo urgente descuidamos la fuente de nuestra espiritualidad.

Es lamentable que después de dar palabras y consejos nos sintamos vacíos de sentido, faltos de dirección, con la pérdida del ánimo y del compromiso. La rutina estresante va apagando el entusiasmo. Hay ministerios que les falta la chispa de la alegría cristiana, están apagados, sobreviven por inercia. No hay gozo, ni esperanza en los actos de servicio. Con frecuencia dejamos de lado el encuentro personal con Dios. Si no abrevamos a tiempo y adecuadamente nuestro espíritu corremos el riesgo de debilitar nuestros ministerios o hasta de terminarlos. Se dice que hay dos tipos de ministros: ¡los que terminan su carrera con alegría y los que su carrera los termina!
El desafío es serio: cómo actuar como María en un mundo de Martha. Es decir: cómo preservar y cultivar la espiritualidad en un mundo de materialidad. Cómo hacer lo importante en el mundo de lo urgente.


La fe viva potencia para una vida sana. “…que habite Cristo por la fe en vuestros corazones” Efesios 3:17. El ser de Cristo fortalece el carácter, da sabiduría, provee paciencia, propicias respuestas adecuadas a las diferentes situaciones de vida. Una fe verdadera conduce al creyente a lo que realmente importa y le da valor para tomarlo.

En cambio, la enfermedad espiritual ocurre cuando la gente trata de satisfacer las necesidades personales con: poder, idolatría, magia, fantasías neuróticas o formas generadoras de temor y culpa.

Cuando hablamos de espiritualidad no necesariamente hablamos de rituales o tiempos devocionales, sino ante todo de una disposición o actitud hacia Dios. Es estar abiertos a su presencia infinita y permanente. Es estar quietos en los momentos claves y aprender a depender de él. Es sentir su influencia en los grandes o pequeños signos de su amor hacia nuestras personas.

Claves para fortalecer la espiritualidad:

Experimente regularmente la sanación o potenciación del amor de Dios. Dios nos busca para bendecirnos, el salmista dice: “…el bien y la misericordia me seguirán…” Salmo 23:6. Dios tiene una disposición claramente activa de ofrecernos su amor, él nos sigue para bendecirnos, mientras que los hombres parece que corremos para evitar ser tocados y sanados. Una de las imágenes mentales que nos hacemos de Dios es la de un policía que nos persigue implacablemente; por lo tanto, le evadimos, vivimos con graves cargas de insatisfacción en el alma. Las exigencias pesan demasiado.

Agustín afirmó: “Nos hiciste para ti, Señor y nuestra alma no descansará hasta que repose en ti”. No hay mejor lugar para los hijos que la casa del Padre. Es en la intimidad con Dios donde descubrimos nuestra verdadera identidad y nuestra trascendencia.
Puedes preguntarte:

¿Qué tanto, mi estilo de vida actual, está abierto a experiencias del amor de Dios?

¿Qué debo hacer para cultivar mi jardín interior donde crece el amor de Dios en mí?

Experimente regularmente momentos renovadores de auto-trascendencia.

Agradezcamos y celebremos las pequeñas señales diarias del amor de Dios. Hay milagros cotidianos que a diario olvidamos agradecer: Una sonrisa, un favor recibido u otorgado, un perdón obtenido, una puesta de sol, una hermosa flor, la lluvia. Hay música que nos transporta hacia dimensiones celestiales, no deje de lado su emoción. El encuentro con personas significativas o que nos hacen sentir esa cercanía del Señor no las deje pasar de lado.
Valore los actos de bondad y los dones de Dios manifestados a través de usted. No tienen que ser eventos espectaculares para reconocerlos, los pequeños instantes cuentan de igual manera. Exprese gracia hacia otros y a sí mismo. Entienda sus límites y acepte sus condiciones reales. Ámese a sí mismo, incluyendo aquellos aspectos que no son amables o  no pueden ser motivo de orgullo.

Desarrolle creencias vitales y un objeto claro de devoción que le dé a su vida significado, propósito y esperanza.

“Si quieres conocer a alguien no le preguntes lo que piensa, pregúntale lo que ama”, decía Agustín de Hipona. Afirme lo que verdaderamente ama con todo su corazón. La fe cristiana es una fuente de salud emocional, corporal y espiritual. El sabernos amados nos da una identidad y un lugar en el universo de Dios. No importa cómo ni donde llegamos al mundo, lo importante es que estamos aquí por la voluntad de Dios, nadie está de más ni sin propósito. Dios tiene un plan para nuestras vidas.
El mundo tiene una meta, se dirige hacia una culminación y ésta le pertenece a Dios. El libro del Apocalipsis nos muestra que Dios tiene al mundo en sus manos y que nuestro futuro está junto a Él. El hombre no determina el final del cosmos, es Dios quien marcará su conclusión. Saberlo me da certidumbre en la noche oscura del mundo. Pero también sabemos que tenemos una vocación en el mundo en razón del reino de Dios. Cada acción y experiencia nos acerca o nos aleja a esta realidad.

Desarrolle valores, prioridades y una vida centrada en el amor, la integridad y la justicia que le ayuda a vivir en forma cuidadosa y responsable tanto personal como socialmente.

Estamos llamados a ser la diferencia, en el Sermón del Monte, en particular, en la porción sobre las bienaventuranzas, les habla a los discípulos y les declara que sus actitudes hacia Dios y el prójimo deberán ser diferentes. Las bienaventuranzas constituyen las enseñanzas paradójicas de Jesús, los benditos son aquellos que se saben necesitados, que les duele el mundo, que lloran por las condiciones de vida de tantos olvidados o que padecen la injusticia. Los bienaventurados son aquellos que han dejado su egoísmo y se entregan por sus convicciones, luchan por la paz, por la misericordia y la justicia.
La espiritualidad es una espiritualidad comprometida. Vive el riesgo de la fe en el servicio. Es una fe que se encarna en los problemas humanos de las personas y de la sociedad. No se enajena de su realidad mundana sino que se compromete en la aplicación concreta de las buenas nuevas. Es una espiritualidad que acompaña al necesitado para dar un testimonio efectivo de la fe. Nuestra fe nos capacita para dejar de lado la indiferencia, la ingenuidad o la insensatez, y así ver o entender la realidad de las ideas de la época.

Descubra y desarrolle las capacidades en su alma para la sabiduría, creatividad y el amor ágape.

Somos mejores de lo que a veces pensamos, estamos hechos para lo sublime, pero por la naturaleza caída de la que participamos y diferentes aspectos de nuestra formación van bloqueando nuestras máximas posibilidades. Los miedos, las desilusiones, los conceptos incorrectos, el conformismo nos detienen de expresar todas nuestras posibilidades. Debemos recordar que estamos en este mundo para dar gloria al Creador.
Ustedes y yo podemos desarrollar más de nuestros dones. Podemos crecer en sabiduría, ampliando nuestros horizontes, ampliando nuestra mente. Desarrollando más el hemisferio cerebral derecho, donde residen las capacidades del arte, la poesía, el lenguaje metafórico, las emociones. Existen técnicas para ejercitar estos aspectos de nuestro ser, el comienzo está en tomar la decisión de desarrollarse para gloria de Dios.
Sin duda que estos aspectos se relacionan con la espiritualidad, al expresar todo lo que podemos ser, nuestro nivel de aceptación generará alegría, actitudes proactivas (solucionadoras de problemas) y disminuirán los factores culpígenos. Estos aspectos nos acercan a Dios y al hermano.

Experimente las conexiones profundas con otras personas y con la maravillosa creación de Dios.

Cada persona es como es. Si aprendemos a aceptarnos aún con nuestras áreas frágiles, seremos más tolerantes con los demás. Son muchos los puntos que nos unen con otros. Algunos somos impermeables al contacto personal, esto provoca aislamiento, el asilamiento genera soledad y, la soledad es un estado de muerte. Haga todos los amigos que pueda. Un libro muy popular hablaba en el tenor de cómo ganar amigos e influir sobre los demás, parece inocente el concepto, pero refleja un enfoque de cómo miramos al prójimo: como un objeto a conquistar. La fe cristiana nos enseña a ser amigo para los demás sin pretender usarlos egoístamente.
En la manera de ser del hombre de los últimos siglos, predomina un énfasis del conquistador, agresivo, dominador. Este tipo de reacción ha traído una actitud hacia la creación de búsqueda de dominio. La ambición desmedida ha deteriorado la calidad de vida y amenaza muchas especies de animales y plantas. El espíritu cristiano mantiene una relación armoniosa con el entorno, es la casa que Dios nos dado para administrarla. Plantemos árboles, afinemos y usemos lo menos posible los autos, hagamos uso racional de la energía, cultivemos sabiamente la tierra, seleccionemos la basura, reciclemos los productos posibles.

Desarrolle recursos espirituales para aumentar su confianza, auto-estima, esperanza y amor por la gente y la vida; y desarrolle recursos para ayudar a curar las raíces de dolor, culpa, vergüenza, resentimiento y auto-rechazo.

Los momentos de confesión grupal, hechos con la discreción y guardando el honor debido, son liberadores: descansan el alma y renuevan la confianza en la gente. Tener un amigo en quien uno puede abrir su corazón nos hará descansar de muchos resentimientos y amarguras. Escriba un diario donde usted exprese las luchas y quebrantos de la vida, así como sus dudas y búsqueda del camino.
Pase por alto las ofensas que no requieran confrontación ni aclaraciones, sólo deje que pasen. Cuando una relación crea que no puede funcionar recuerde que el amor no siempre es romántico y que le exigirá sacrificio, renuncia, le dolerá amar, pero si ha tomado la decisión de hacerlo empréndalo con todo su corazón. Acepte sus errores, recuerde que el verdadero fracaso no está en nunca equivocarse sino en que después de equivocarse deja de intentar. Siga intentando una vez más, una a la vez.
Lo importante está cerca de nosotros, demos el lugar que se merece, y lo urgente será cada vez menos. “Una cosa es importante y (diga su nombre) escogió la buena parte” ¿podrá Jesús dar testimonio de nosotros así como lo hizo de María?
Hagamos nuestra esta conocida y hermosa oración.

Oración de Serenidad.

Dios, concédeme la serenidad
Para aceptar las cosas que no puedo cambiar,
El valor para cambiar las cosas que sí puedo cambiar,
Y la sabiduría para conocer la diferencia.
Viviendo un día a la vez;
Disfrutando un momento a la vez;
Aceptando la dificultad como el camino hacia la paz,
Tomando, como Jesús lo hizo,
Este mundo pecador tal cual es,
No como sería;
Confiando que tú harás que todo salga bien
Si me entrego a tu voluntad,
Para que sea razonablemente feliz en esta vida
Y sumamente feliz en la eternidad.
Amén

Reinhold Niehbur

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