11/1/10

Soy amado, Soy odiado - Mín. Ausencio Arroyo G.


El manejo de las transferencias en el campo pastoral

“El pastor está enamorado de mí! ¡El pastor me ama!,” Gritaba eufórica una mujer, dejando atónita a toda la iglesia; mientras el pastor la miraba con ojos desorbitados. La escena ocurrió en una iglesia evangélica del sur argentino y es relatada por el Dr. Jorge A. León en uno de sus libros, habiendo sido testigo de la escena aquella mañana.

El Dr. León explicó satisfactoriamente a la congregación, con el apoyo de la psicología, lo ocurrido y, al no haber una involucración del pastor en una posible relación ilícita, se le liberó de cualquier responsabilidad.

Es frecuente encontrarnos con situaciones en las que una feligrés se enamora de su pastor, aun cuando ambos sean casados con sus respectivas parejas. Este amor, según la personalidad, se guarda o se llega a expresar abiertamente.

Pero también el pastor puede sufrir el rechazo de ciertas personas. En ocasiones hasta puede ser odiado, aun cuando no se le llega a conocer bien o no se le da la oportunidad de exponer sus razones de alguna decisión.
Los pastores somos vulnerables en el área emocional. Muchos hemos conocido de casos de abandono del servicio pastoral a causa de las defecciones o de las crisis emocionales que se producen. Estamos ante un peligro real.

¿De dónde viene esto?: El problema de las transferencias.
En el ámbito de las relaciones entre el pastor y los miembros, como en toda relación entre dos personas o más, hay elementos visibles u objetivos, los cuales en el campo de lo religioso se agudizan ciertas características de la situación grupal como: la forma en que el líder se interpreta a sí mismo, las expectativas que la congregación mantiene sobre el líder, la pérdida de la objetividad en función de la mediación del pastor -en términos sociológicos- entre Dios y los hombres.

Los miembros de un grupo reviven en el líder, o con alguna persona significativa, los sentimientos de sus años formativos. A esto, técnicamente, se le llama transferencia. La transferencia no es lógica o racional, es más bien algo que ocurre a nivel de las emociones o de actos inconscientes, es decir, no se piensa y se decide, solamente se repite.

El pastor ocupa en el grupo dos dimensiones: la de su persona real y la del personaje ideal. Una cosa es lo que el pastor es en sí: sus características personales, su apariencia, su condición familiar, sus fortalezas y debilidades; y por otro lado, lo que representa en el papel que ocupa: representa lo sagrado, se ve en él un ideal alcanzado, su palabra tiene autoridad, “es alguien que sabe”, es un elegido.

La congregación ve en el pastor la figura de alguien que puede solucionar sus problemas, de alguien que va interceder por ella ante Dios. El papel que ocupa el pastor representa lo sublime de la vida humana, su personaje es casi angelical. Para los creyentes es el modelo de la vida y la meta que se persigue.

Los creyentes depositan sus más caros anhelos y miran lo positivo en el líder. Como esto es algo que se relaciona con la realidad psíquica, no responde siempre a elementos lógicos o visibles. Esto es, aunque el pastor no sea un experto ni domine las áreas de conocimiento donde se desenvuelve, se le considera una persona con saber; aun cuando no sea muy guapo se le admira. El enamoramiento no tiene que ver con la galanura ni con el coeficiente intelectual, las personas se enamoran del personaje se enamoran de su ideal que finalmente es una fabricación fantasiosa del feligrés y, llegar a conquistarlo es una ambición interna. Piensan que si se conquista se recibe valoración.

La situación es muy ambigua, hay mujeres que se conducen seductoramente o hay pastores que malinterpretan un afecto limpio y dan lugar a deseos o imaginaciones lascivas.
El pecado nace del interior de cada uno. “…cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido” (Santiago 1:14).

Los pastores no podemos negar que somos personas erotizadas, que somos cuerpos sensibles y que tenemos pasiones; por ello se requiere que seamos realistas, para no ser atrapados en las fantasías perversas.

El apóstol Pablo vivió junto con Bernabé una situación extrema. La sanación de un hombre cojo en Listra produjo grande admiración ante la gente, los cuales les consideraron como dioses; en consecuencia fueron alabados y el pueblo se preparo para ofrecerles sacrificios. Con plena ubicuidad, los apóstoles se humillaron ante ellos y les manifestaron: “nosotros somos hombres semejantes a vosotros” (Hechos 14:8-18). Aún cuando la exaltación del pueblo les pudo haber agradado, no perdieron el piso y se reconocieron como hombres, frágiles y necesitados. Somos sólo hombres, no dioses. Los creyentes pueden ver en nosotros lo que representamos, mas en el fondo somos sólo hombres.

La posición no solamente es objeto de sentimientos de amor, también lo son de odio o rechazo. El mismo pueblo que antes los reverenció como dioses, instigados por unos judaizantes, los apedrearon, los echaron fuera de la ciudad y los dieron por muertos (Hechos 14:19-22). El temor al poder que representaron o el desprecio por no haber aceptado el papel que les quisieron dar, o bien, el miedo de la gente a confrontarse con su propia realidad, les llevó a aniquilar a estos predicadores itinerantes. El miedo se convirtió en odio y los hizo ciegos para no ver más el milagro de un cojo sanado.

En ocasiones los pastores somos repudiados por algunas personas o por la congregación, no siempre por ser malos, sino porque el pastor representa sus miedos y las características personales que no han aceptado de sí mismos.

El rechazo siempre nos desajusta emocionalmente y reaccionamos a la defensiva: agrediendo o menospreciando o bien, nos hundimos en estado depresivo, llenos de culpa y vergüenza.
Desde luego que no es fácil caminar por la cuerda floja de las transferencias. Ser amados o ser odiados nos ponen en peligro de olvidar quienes somos y a quien nos debemos.

¿Cómo manejar las transferencias.?
“Nobleza obliga”, reza un adagio español. Nos debemos a quienes nos han llamado a ocupar un sitio de privilegios, pero también de gran responsabilidad.

Para movernos con seguridad en este campo, en primer término tenemos que reconocer que no podemos evitar estas transferencias. Es decir, no podemos evitar que las personas vean en nosotros más de lo que realmente somos. Además, se necesita que haya transferencia positiva para generar un clima de aceptación y entonces se pueda trabajar en una comunidad sin ma yores sobresaltos, aceptemos el afecto de las personas y no caigamos en la desconfianza total.

En segundo lugar, la clave para evitar que las transferencias perturben las relaciones está en permanecer dentro de la realidad. Las personas encuentran al Señor y una vida de bendición a través de nuestro ministerio, más no es por nuestra suficiencia sino por la gracia que nos capacita: “Empero por la gracia de Dios soy lo que soy” (I Corintios 15:10) y que sustenta el fruto de nuestro trabajo.

Un tercer punto consiste en discriminar de quién es el problema, si es propio o es del otro. En la película titulada en español “De amor también se enferma”, Doodley Moore representa a un psicoanalista, quien se trastorna al recibir en su consulta a una hermosa paciente y escuchar los relatos dolorosos de su vida. Es él quien comienza a acosarla y quien, valiéndose de la ventaja que le produce ser un profesional de la psicología, la galantea hasta convertirla en su pareja, con la consiguiente pérdida de su licencia como terapeuta.

Cuando escuchamos confesiones o se nos piden consejos, vemos a las personas frágiles y vulnerables e inconscientemente se agudiza en nosotros las fantasías de querer ser la solución para los demás; si son mujeres que sufren, se nos despierta la idea de consolarlas personalmente. Descubramos sin lástima, de quien es el problema: es nuestro o es del otro.

Como cuarto punto señalaría que, en lo posible, procure entrevistar a mujeres en un lugar público o en su oficina, en horarios en que otras personas estén en las instalaciones de la iglesia.
Sin que esto se nos convierta en una paranoia, muchos menos en agresiones veladas contra las hermanas, seamos cautos en el trato; evitemos el contacto físico impropio, no se concentre en una sola persona, evite conductas o palabras que puedan entenderse como un interés más allá de lo pastoral.

Esté atento a las señales de peligro, sería el quinto aspecto.
El enamoramiento aparece de una forma sutil. Podemos comenzar a fantasear sobre un posible encuentro con la persona involucrada; quizá le hacemos confesiones de nuestros conflictos matrimoniales, nos presentamos como víctimas de algunas situaciones; tal vez llegamos a pensar que con esa persona sí seríamos felices. Si se da cuenta de estos sentimientos, entonces entienda que está bajo alto riesgo.

Un sexto punto a considerar es cuando el pastor sufre agresión, ya sea verbal o por indiferencia, esperamos que no, pero incluso física. No lo tome todo personal, a menos que haya motivos evidentes, de lo contrario, entienda que probablemente sean los conflictos no resueltos de los agresores: sus celos, sus resentimientos, sus envidias o miedos o porque usted le recuerda a su padre o una persona significativa con quien tuvo conflictos que no han sanado.

Cuando lo tomamos directamente personal, nos sentimos rechazados y nos devaluamos porque alguien no nos ama. Procure sobrellevarlo con la esperanza y el esfuerzo de que las cosas cambien.
Si llegara a encontrarse en una situación que no pueda sobrellevar, entonces confronte en amor y ayude a que se restaure la paz en las relaciones. Pida a Dios la fortaleza para enfrentar estas situaciones. “Aun cuando fuimos ultrajados… tuvimos denuedo en nuestro Dios para anunciaros el
evangelio…” (1 Tesalonicenses 2:2).

Pidamos a Dios la claridad de pensamiento para discernir la verdad y busquemos su fortaleza para superar las tentaciones.
Proponte en tu corazón no ofender a Dios ni a ti, ni a tu familia, ni al rebaño que Dios te ha confiado; y si estás en necesidad, busca la ayuda y la compañía de alguien que te haga crecer.
“Hierro con hierro se aguza, así el hombre aguza el rostro de su amigo” (Proverbios 27:17).

Mín. Ausencio Arroyo G.
Fuente: www.iglesia7d.org.mx

0 COMENTARIOS :

Publicar un comentario

Déjanos tu comentario...