21/12/09

¿Tendrán Fe nuestros hijos? - Mín. Raúl López E.


 De mis dos hijos (Adriel, 10 años; Mariel, 8 años), el mayor nos dijo a mi esposa y a mí que cuando fuera mayor quería trabajar para la Iglesia y nos preguntó qué se necesitaba para lograrlo. Han pasado ya algunos días de esto y ahora reflexiono que ante todo, mi hijo debe conservar y aumentar su fe en Dios y en Jesucristo para, primero, ser un creyente, y luego, si Dios lo llamare a su servicio de tiempo completo, entonces buscar ser Pastor.

Esto me recordó el título del libro: “¿Tendrán fe nuestros hijos?”, de John H. Westerhoff, donde de manera profunda, el autor medita sobre la misma inquietud que llena los corazones de todos los que somos padres: cómo propiciar que nuestros hijos lleguen a la juventud y adultez manteniendo y creciendo en su fe, siendo creyentes comprometidos con el Reino de Dios.

Esta inquietud es particularmente notoria en quienes somos Pastores. La iglesia nos ve como modelos y así esperan que nuestros hijos lo sean también en todo. Por ello se ven de continuo sometidos a toda clase de presiones y señalamientos que muchas veces logran incomodarlos y hasta hacerles ver a la iglesia como enemiga. De esto a su alejamiento de la fe y de la comunión con los creyentes hay sólo un paso, propiciado también por los afanes propios del presente siglo malo a donde se sienten atraídos.


Así que, preocupado por mis hijos y ante la experiencia de aquellos compañeros cuyos hijos son ya jóvenes y adultos, he podido comprobar que la mayoría de los hijos de Pastores optan por las siguientes expresiones de su fe:

Líderes:
su inclinación hacia el liderazgo se va desarrollando desde temprano: participación activa en las Lecciones de sus cuadernos infantiles de Escuela Sabática, aprendizaje de pasajes, declamación, dirección de cultos, exposición de pequeños mensajes, hasta que en el inicio en la FJC consolidan este liderazgo siendo parte de la directiva, en la exposición de la Palabra (lecciones de Escuela Sabática y Sermones), asistencia a todos los eventos de la FJC. De este grupo se empiezan a perfilar los futuros Pastores: son nombrados Obreros, asisten a las reuniones de Obreros y de capacitación, a las Sesiones de Invierno, presentan exámenes para el Diaconado, asumen funciones de copastores y luego de Pastores.
Los hay también que ingresan al SEM para un pastorado más profesional o de tiempo completo. Sus dones están en el área de la enseñanza, pastor, servicio, dirección y conocimiento, entre otros.
Músicos:
Otros optan por el ministerio de la música. Forman parte de los grupos de apoyo y se les ve siempre en medio de cables, instrumentos, equipos de sonido, ensayos, cd's, hablando de las últimas novedades de materiales musicales e integrándolos en sus repertorios.
No optan por el liderazgo del grupo juvenil o de la iglesia; más bien están detrás de la figura de su padre, el Pastor, quien cumple estas funciones, y ellos lo apoyan en el área musical.
Ni líderes, ni músicos, simplemente creyentes:
Muchachos y muchachas que no han sentido la vocación al liderazgo ni al ministerio musical, pero tienen una vida comprometida con el Evangelio: asisten regularmente, apoyan con sus recursos los proyectos de la iglesia de una manera discreta. Optan por una profesión secular y, desde su situación particular y familiar, se mantienen en la fe y comunión con la iglesia.
Apáticos:
En este grupo se encuentran aquellos que no lograron consolidar su fe y se mantienen al margen de la iglesia. A veces decepcionados, con cierta amargura y resentimiento de una iglesia que los presionó, esperando de ellos lo que quizá estaba fuera de sus posibilidades y recursos.
Obviamente que pueden existir más expresiones. Y también se pueden dar combinaciones entre ellas (líder/músico, p. ej.). Cierto que no es tan saludable encasillar a las personas en grupos generales, ya que esto olvida la individualidad de cada persona, pero la intención de señalar esta expresiones como las más representativas entre los hijos de Pastores es sólo para abordar el problema.

Generalmente la Iglesia celebra y retroalimenta el liderazgo entre los hijos de Pastores. Es un rol esperado. Igualmente ve con buenos ojos a los músicos, aunque a veces matizado con la opinión no tan positiva de las nuevas expresiones musicales y nuevos cantos.

Frente a los que simplemente son creyentes la iglesia muestra una actitud en la que se evidencia que no les hubiera gustado del todo que no se inclinaran por algún ministerio dentro de la iglesia. Y frente a los apáticos su actitud es de desaprobación.

Claro que frente a estas actitudes, lo esencial para el futuro de nuestros hijos tiene mucho más que ver con las propias actitudes frente a ellos.
¿Cómo propiciar, como padres, que nuestros hijos lleguen a la juventud y adultez manteniendo y creciendo en su fe, siendo creyentes comprometidos con el Reino de Dios?
Siendo modelos permanentes de amor al Señor. Nuestros hijos van a imitar y aprender de nosotros el amor comprometido o el apego superficial que tengamos ante nuestro Dios.

No habrá mejor enseñanza para ellos que una vida de servicio gozoso y de fidelidad a la voluntad divina que nacen de un amor verdadero.
Dándoles todo nuestro cariño y atención. Ellos merecen nuestro tiempo y amor. La familia es nuestra primera iglesia. Nuestra fe se evidencia en nuestro cuidado hacia ellos.

Tiempo de calidad donde juguemos, leamos, platiquemos, oremos, veamos la televisión, caminemos, vayamos de vacaciones, comamos, salgamos a pasear todos juntos. Pongamos en su mente y corazón eventos por los que seamos recordados en el futuro.

No imponiéndoles nuestros pensamientos ni nuestros propios deseos sobre su futura profesión. No es nada sano para la higiene mental de los niños y adolescentes el que les obliguemos a tomar el camino que hubiéramos deseado tomar nosotros, o el que tenemos o el que consideramos apropiado.
Cada persona debe tener el derecho a elegir su profesión y el nuestro ser respetuosos con esa decisión, siempre y cuando no contravenga la voluntad de Dios. Si Dios tiene propósitos para ellos, (y de hecho los tiene) se los hará saber en su momento y deberán responder igual que hicimos nosotros en su momento- a ese llamado.

Apoyar con todo nuestro corazón la decisión que cada uno tome con respecto a su vocación.
Si decidió ser líder, músico u optó por una profesión secular, ellos esperan nuestro apoyo. Pero si su actitud es de apatía, debemos continuar siendo modelos de amor al Señor y de amor hacia ellos.
No discutiendo, sino tratándolo con la misma misericordia con que debemos tratar al inconverso para llevarlo a los pies de Cristo y teniendo la paciencia necesaria para que el Señor toque sus corazones y los regrese a casa.

Donde les hemos de esperar con la vista puesta en el horizonte, listos para correr hacia ellos, abrazarlos, besarlos, poner el anillo en sus manos y hacer fiesta.

Fuente: www.iglesia7d.org.mx

1 COMENTARIOS :

Sara Escandón dijo...

Felicidades por este espacio en la web, hacia falta, como iglesia tenemos mucho por compartir, en hora buena y habrá que recomendarlo. Muy buenos articulos

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